Otro hito importante en la
configuración de la teoría de la evolución tuvo lugar con el diseño de Watson y
Crick en 1953 del modelo en doble hélice de la molécula de ADN. Desde los años
40 se sabía que en las moléculas de ADN (Ácido desoxirribonucleico) estaba
contenida la información genética. En 1953 se determinó la estructura de dicha
información. Se descubrió que las moléculas de ADN codifican la información
genética a lo largo de secuencias lineales de 4 bases nitrogenadas o
nucleótidos llamados Adenina, Citosina, Guanina y Timina. Estas bases
constituyen las cuatro letras de un alfabeto con el que se escribe en el genoma
la información que es expresada en el desarrollo del ser vivo.
El ADN es una molécula larga en
forma de hélice y que puede representarse como dos largos filamentos
moleculares enrollados y unidos por las bases o nucleótidos.
Las moléculas de ADN se
encuentran empaquetadas asociadas a proteínas en unos cuerpos densos que se
llaman cromosomas. Cada especie tiene un número determinado de cromosomas. La
especie humana tiene concretamente 46. En este caso, que es de reproducción
sexuada, 23 cromosomas corresponden al padre y los otros 23 a la madre. Tenemos
23 parejas de cromosomas homólogos.
El gen es la unidad discreta de
herencia que fue identificada por primera vez por Mendel. En el paradigma
actual cada gen se corresponde con una característica morfológica del
organismo, por ejemplo, el color de alguna parte del cuerpo como el pelo o los
ojos.
La existencia de alelos es el
prerrequisito para que pueda haber evolución. Se ha comprobado que existe una
gran diversidad genética, es decir, una gran diversidad de alelos dentro de las
diferentes poblaciones.
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